En
las últimas décadas el fenómeno de globalización ha llevado a
muchos países a un crecimiento extraordinario gracias a que les ha
brindado la oportunidad de ser partícipes de los grandes avances
tecnológicos, a aprovechar al máximo sus ventajas comparativas e
incluso a ser destino de grandes inversiones directas que, en algunos
casos, han dado lugar a un rápido desarrollo. Por estos motivos,
existe una gran multitud de países que se posicionan claramente a
favor de la globalización y la ofrecen al resto como si de la
panacea que calma todos los males económicos se tratara.
Lo cierto es que existen varias formas de dar el paso a ser partícipe
de la globalización y no todos los procesos de apertura al exterior
tienen los mismos efectos, sobre esto algo podrían decir los rusos
que dieron el adiós al centralismo y la bienvenida al librecambio de
una forma quizás equivocada,lo que les llevó a unas tasas negativas
de crecimiento del PIB que llegaron a casi -15% en 1992 (BM). Quizá
por este motivo ocurre que, paralelo al proceso de la globalización,
estamos asistiendo a un proceso de regionalismo, como si ambos
fenómenos fuesen la cara y la cruz de la misma moneda. Y es que si
analizamos la situación actual, vemos como los mejores jugadores de
la globalización se encuentran en algún tipo de proceso de
integración regional, desde Alemania con la Unión Europea hasta
Singapur con la ASEAN.
Pero, ¿por qué se llevan a cabo ambos
procesos de forma paralela?, principalmente porque entrar a jugar en
el tablero de la globalización puede tener consecuencias muy
distintas según el camino que se haya elegido.
Podemos
tomar como ejemplo México, un importante jugador de la globalización
y por lo tanto defensor del proceso, que actualmente se encuentra en
la NAFTA (North American Free Trade Agreement). En este caso vemos
como el 90% de la exportaciones mexicanas se destinan a los otros dos
socios de la NAFTA, es decir, a Estados Unidos y Canadá, lo que le
da al país la seguridad suficiente para defender el librecambio.
Otro ejemplo más cercano sería el de España, que siendo miembro de
la Unión Europea se ha adaptado de una forma menos dolorosa al
mercado global, sobretodo partiendo de una tradición altamente
proteccionista. En ambos ejemplos, el acuerdo de libre comercio o el
de integración, acaban funcionando como un seguro anti desventajas
de la globalización, ya que de otra manera estos países se habrían
tenido que enfrentar de una forma mucho más brusca a los problemas
derivados de la división internacional del trabajo a corto plazo
esto es, en muchos casos, reconversión de sectores económicos que
suele tener efectos negativos sobre tasas de desempleo, etc. Una
reconversión que sí se da aunque estemos en algún tipo de proceso
regionalista, pero de una forma mucho más suave.
Por
lo tanto aunque no debemos afirmar que la apertura al mercado global
sea dañina, puesto que existen multitud de ejemplo en los que la
globalización ha traído el desarrollo, sí es criticable la
hipocresía que, de alguna manera, parece imponerse cuando los países
ganadores de la globalización que, como hemos visto no son tan
pro-globalización como cabría pensar, dicen al resto de países:
“abre tus fronteras y deja que el desarrollo entre”, lo que en
la mayoría de casos se traduce como: “abre tus fronteras y deja
que mis productos te invadan”. En conclusión, podemos decir que en
este tema como en tantos otros, globalización si, pero no a
cualquier precio.
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