La
última reforma laboral parece haber tenido una gran repercusión
tanto en medios de comunicación como en colectivos sindicales
incluso antes de haberse publicado. Antes de entrar a analizar la
reforma, dado que este campo es compartido por dos tipos de
profesionales: economistas y laboristas, es recomendable conocer al
otro partícipe del mercado de trabajo: el derecho laboral.
El
derecho del trabajo nace con el objetivo de proteger a
la parte débil de la relación laboral, siendo ésta, el trabajador,
pero éste es un hecho que cambia a partir del año 2006, donde,
desde Europa, se le redefine como un instrumento que se pone al
servicio del orden económico con la intención de adaptar el derecho
laboral al siglo XXI. Éste último punto de vista, que no tiene
porque ser perjudicial o antisocial, a pesar de lo que se pueda
pensar, un economista buscaría el equilibrio entre flexibilidad para
el mercado de trabajo (empresas) y seguridad para los trabajadores.
Siendo la denominada flexiseguridad o flexiguridad el equilibrio
óptimo entre ambas (los economistas que lean esto, probablemente, ya
estarán cruzando curvas mentalmente).
Una
vez sentadas estas bases, se puede pasar a observar la última
reforma laboral, claro que, no la repasaremos entera, sólo tres o
cuatro puntos que creo son de mayor importancia, o cuyas
consecuencias puedan afectar de una forma especial al orden económico
o social:
En
primer lugar, y es lo que más destacaría de la reforma, es que se
avanza en la vía de la flexibilidad para las empresas, pero parece
dejar a un lado la seguridad para los trabajadores. Si queremos un
mercado laboral eficiente, ambos pilares son esenciales. Ahora bien,
seguridad para los trabajadores no es altas indemnizaciones por
despidos o contratos blindados, sino que se basa principalmente en
formación y educación. Una individuo con una alta formación en un
sector será bien valorado por dicho sector, y aunque pierda su
empleo en una empresa no tendrá problemas para emplearse en otra. Es
lo que los laboristas denominan: convertirse en un activo para el
mercado.
En
segundo lugar, la nueva modalidad de contratación: el contrato de apoyo a los emprendedores, en principio es una buena medida para que se pueda
contratar con ciertas ventajas, pero creo que puede llevar a una
situación que no es deseable. El contrato de emprendedores (para
empresas de menos de 50 trabajadores) tiene como principal virtud que
aquel que es contratado por esta modalidad tiene un período de
prueba en la empresa de 1 año, por lo tanto, si es despedido antes
de que finalice ese año no percibirá ningún tipo de indemnización
por despido. Esto puede plantear una situación complicada, aunque no
sería racional pensar que un empresario quiere despedir, al
contrario quiere contratar puesto que ello significa que el negocio
va creciendo, sí es posible que un empresario prefiera despedir a un
trabajador, cuyo puesto no requiera mucha especialización, antes de
que acabe su período de prueba e ir contratando anualmente
ahorrándose de esta forma cualquier tipo de indemnización por
despido. Esto sería muy perjudicial, porque crearía miles de
puestos de empleo de una calidad muy baja, por ello la reforma
contempla bonificaciones para las empresas que mantengan a estos
trabajadores al menos 3 años pero, ¿serán suficientes?.
En
tercer lugar, un punto muy criticado es que el empresario ahora puede
modificar de forma unilateral aquellas condiciones laborales que no
dependen de un convenio superior (sectorial, provincial,etc) y
además, puede descolgarse de dichos convenios en acuerdo con sus
empleados. En este sentido, este punto va a depender mucho tanto de
cada caso, y puede tener consecuencias tales como que un empresario
abuse de su poder de negociación para descolgarse del convenio, y
entonces bajar salarios, alargar jornada laboral, etc hasta
consecuencias como que se evite el cierre de una empresa que podría
resultar demasiado heterogénea en el sector como para regirse por el
mismo convenio que éste.
En
conclusión, no podemos decir que la última reforma laboral sea una
mala reforma, al contrario, va por el buen camino en el sentido en
que aumenta la flexibilidad, pero está incompleta. Si nuestro
objetivo es la flexiguridad que se ha obtenido en países como
Dinamarca tenemos que avanzar en ambos frentes de forma paralela, no
sólo fijarnos en sus bajos costes para despedir, también en su
inversión en formación y, por supuesto, en su cultura empresarial.
EL problema de los activos de mercado, es que son pocos, y los pocos que hay se están marchando fuera, donde sí se valora esa capacidad y donde sí se da esa formación que aquí no ha existido.
ResponderEliminarEl índice de paro es alarmante sí, pero en un sector en concreto que todos tenemos en mente, un sector, que nunca se ha preocupado de aprender una alternativa al trabajo que tanto dinero les hizo ganar, y que ahora, les hace sentirse perdidos y clamando al cielo cuando agotan incluso las prestaciones no contributivas... Hay que dar formación, hay que aprender, pero sobre todo, hay que educar a "querer aprender".
En efecto, se ha primado la flexibilidad a la seguridad, el paso siguiente, y justo, sería dar un paso al frente con la protección al trabajador, para que haya una equidad, el problema vendrá si eso no ocurre, y la brecha se hace demasiado grande.